La necesidad del confinamiento social, en un intento por minimizar la expansión del Covid 19, ha sido una medida empleada en casi todos los países del mundo, por lo que le da un estatus de un acontecimiento nunca antes experimentado por la sociedad, o al menos por las sociedades contemporáneas.
Más que entenderlo como un fenómeno de salud social, tal vez sea necesario, además, reinterpretarlo, como un preámbulo, como un prefacio de las formas y de los «cómos» será nuestro futuro inmediato, a la vuelta de la esquina, ineludible, transformando las formas en que nos interrelacionaremos y, por supuesto, todos los demás aspectos ordinarios de nuestra vida.
Estos meses de «cuarentena», ya prácticamente un año, nos ha expuesto de manera involuntaria ante la oportunidad de explorar el comportamiento del ser humano en un «aparente» aislamiento social, ya que no podríamos aseverarlo así de manera categórica, debido a la ya existente interrelación y vinculación tecnológica que forma parte de nuestra experiencia cotidiana social, desde hace por lo menos una década, a través de las llamadas «redes sociales».
Ésta posibilidad de poder ser espectadores y a la vez los protagonistas de éste suceso, nos permitirá presenciar, analizar y profundizar, sobre éste portentoso regreso «involuntario» del Sujeto Social de la Super-Tribu (Morris, 2002, El Zoo Humano), al Sujeto Grupal de la Tribu.
Lo que implicará, irremediablemente, tener una apreciación del proceso gradual conductual, así como de necesitar de una profunda reflexión filosófica, del recorrido históricamente opuesto, de las conductas «artificiales» manifiestas dentro de una Super-Tribu, a las conductas «naturales», manifiestas dentro de la Tribu, del Sujeto dentro del grupo designado como familia.
El Sujeto, nosotros, se ve forzado de manera intempestiva, a reestructurar su jerarquía de necesidades Supertribales a necesidades Tribales, de las «artificiales» a las «naturales», pero sobre todo, se verá en la imperiosa necesidad, de reestructurar y contener aquellas conductas sociales, ahora desplazadas hacía el grupo, hacía la familia.
¿Seremos capaces de adaptarnos a este retorno, a nuestro «supuesto» origen comportamental Tribal? Dos puntos cinco millones de años de evolución, de adaptación, parecen darnos una respuesta obvia, afirmativa. Los siguientes meses, o años, o lo que dure la pandemia, nos definirá la respuesta.
Aunque, históricamente, el confinamiento, en la mayoría de los casos ha sido una técnica de castigo, de exilio o segregación, como las cárceles o los psiquiátricos, el confinamiento social, ha sido también una experiencia portentosa, que se ha volcado en un tiempo de meditación, de reflexión, de búsqueda espiritual o filosófica, o de un reencontrarse consigo mismo, de introspección, como si fuera una experiencia única, un boleto de viaje, a través de nosotros mismo, personal, único e intransferible.
Psic. Luis Martínez V.