domingo, 28 de marzo de 2021

Los «componentes» del duelo

 Psic. Luis Martínez V.


En la nota anterior, comentamos a grandes rasgos el proceso del duelo. En esta ocasión, nos centraremos en las llamadas «fases del duelo». Les sugerimos que estos elementos no se tomen en un sentido rígido como un manual o recetario del mismo proceso, sino como elementos o componentes emocionales, que se conjugan en la experiencia de una pérdida.  
Las personas no pasan necesariamente por todas estas etapas, ni en ese orden específico, así que estos componentes se pueden manifestar de diversas maneras y en diferentes momentos para cada persona. Ya lo comentamos anteriormente, la pérdida y el proceso del duelo, «la elaboración», será diferente en cada sujeto, en la forma en que lo experimenta y en la forma en que lo expresa. Estos componentes pueden manifestarse simultáneamente e incluso intensificarse.
Dichos componentes, pueden llegar a ser:
ü  La negación. Es uno de los primeros componentes que se manifestaran, e inclusive uno de los últimos en mitigarse. Se manifiesta con la intención de amortiguar el impacto del dolor ante la pérdida. Permite a la psique, a nuestra mente, separarse de la realidad traumática para poder asimilar la situación poco a poco.
ü  La ira. Puede aparecer a la par de la negación. Este componente activa sentimientos de frustración y de impotencia que pueden desembocar en atribuir la responsabilidad de nuestra pérdida, a nuestro propio ser querido, a un tercero y, por supuesto, a nosotros mismos. 
En casos extremos, las personas no pueden elaborar su proceso de duelo con la manifestación de éste componente, por lo que quedan atrapadas en una demanda incesante del «responsable» de su pérdida. Entretejido a ésta impresión, podemos encontrar el sentimiento de culpa, que puede redirigir la ira a una auto-agresión, a una experiencia compulsiva y, hacernos los responsables de dicha pérdida.
ü  Negociación. Este componente «fantasea» la posibilidad de otra realidad en donde no acontece nuestra pérdida, al «negociar» con alguna deidad, el tiempo o con la vida, y cambiar los hechos (accidente, enfermedad, situación, etc.,), que nos llevaron a nuestra pérdida.
ü   Aceptación. Este componente nos permitirá «asimilar», incorporar a nuestra nueva realidad psíquica nuestra pérdida y, aprenderemos, a convivir con éste dolor emocional, cada uno de nuestros días. 



 

lunes, 22 de marzo de 2021

El proceso del duelo

     Psic. Luis Martínez V.

El duelo lo debemos comprender como un proceso, un proceso psicológico, que se produce o surge tras una pérdida, una ausencia, un abandono o una muerte. Por supuesto y es importante aclararlo, dicho proceso se experimentará y expresará, de forma diferente y única, en cada persona.

Vale pena puntualizar, que una pérdida es una pérdida, sin parecer redundantes, nos referimos a que dicha experiencia se puede experimentar no solo por la muerte física de un ser querido, sino, cada vez que en la vida tenemos una experiencia de interrupción, de separación, de terminación, parcial o definitiva, de un hecho o un suceso de vinculación emocional, nos enfrentaremos necesariamente a éste proceso.

Durante el duelo se pueden llegar a experimentar diferentes estados emocionales con mayor intensidad, como el enojo, la culpa, el miedo, tristeza, entre otras. El cómo trabajamos esta experiencia emocional, el cómo nos enfrentarnos a la pérdida, es lo que llamaremos «elaboración del duelo». 

Lo que nos llevará, inevitablemente, a la necesidad de echar mano de nuestro bagaje de herramientas psicológicas, con las cuales trabajaremos el proceso de adaptación para enfrentarnos a esta nueva situación, éste proceso nos llevará a una reorganización psíquica.

La pérdida de nuestro ser querido, implica una herida emocional muy profunda y, por tanto, requiere de ésta «elaboración», de ésta reorganización psíquica, emocional. Pero, ante todo, debemos sobreentender que se trata de un proceso que requiere de tiempo y, por supuesto, de un acompañamiento emocional para su cicatrización.

Pero sucede que en muchas ocasiones nos enfrentamos a heridas demasiado profundas, insondables, a pérdidas que nos acompañaran toda nuestra vida. En éstas ocasiones la «elaboración del duelo», nos enseñará a convivir con ese dolor, a mitigarlo y, de cierta manera, nos enseñará a convivir con él, cada uno de nuestros días.







                 





Tiempos de confinamiento

       

La necesidad del confinamiento social, en un intento por minimizar la expansión del Covid 19, ha sido una medida empleada en casi todos los países del mundo, por lo que le da un estatus de un acontecimiento nunca antes experimentado por la sociedad, o al menos por las sociedades contemporáneas. 

Más que entenderlo como un fenómeno de salud social, tal vez sea necesario, además, reinterpretarlo, como un preámbulo, como un prefacio de las formas y de los «cómos» será nuestro futuro inmediato, a la vuelta de la esquina, ineludible, transformando las formas en que nos interrelacionaremos y, por supuesto, todos los demás aspectos ordinarios de nuestra vida.

Estos meses de «cuarentena», ya prácticamente un año, nos ha expuesto de manera involuntaria ante la oportunidad de explorar el comportamiento del ser humano en un «aparente» aislamiento social, ya que no podríamos aseverarlo así de manera categórica, debido a la ya existente interrelación y vinculación tecnológica que forma parte de nuestra experiencia cotidiana social, desde hace por lo menos una década, a través de las llamadas «redes sociales».

Ésta posibilidad de poder ser espectadores y a la vez los protagonistas de éste suceso, nos permitirá presenciar, analizar y profundizar, sobre éste portentoso regreso «involuntario» del Sujeto Social de la Super-Tribu (Morris, 2002, El Zoo Humano), al Sujeto Grupal de la Tribu. 

Lo que implicará, irremediablemente, tener una apreciación del proceso gradual conductual, así como de necesitar de una profunda reflexión filosófica, del recorrido históricamente opuesto, de las conductas «artificiales» manifiestas dentro de una Super-Tribu, a las conductas «naturales», manifiestas dentro de la Tribu, del Sujeto dentro del grupo designado como familia.

El Sujeto, nosotros, se ve forzado de manera intempestiva, a reestructurar su jerarquía de necesidades Supertribales a necesidades Tribales, de las «artificiales» a las «naturales», pero sobre todo, se verá en la imperiosa necesidad, de reestructurar y contener aquellas conductas sociales, ahora desplazadas hacía el grupo, hacía la familia. 

¿Seremos capaces de adaptarnos a este retorno, a nuestro «supuesto» origen comportamental Tribal? Dos puntos cinco millones de años de evolución, de adaptación, parecen darnos una respuesta obvia, afirmativa. Los siguientes meses, o años, o lo que dure la pandemia, nos definirá la respuesta.

Aunque, históricamente, el confinamiento, en la mayoría de los casos ha sido una técnica de castigo, de exilio o segregación, como las cárceles o los psiquiátricos, el confinamiento social, ha sido también una experiencia portentosa, que se ha volcado en un tiempo de meditación, de reflexión, de búsqueda espiritual o filosófica, o de un reencontrarse consigo mismo, de introspección, como si fuera una experiencia única, un boleto de viaje, a través de nosotros mismo, personal, único e intransferible.

                                     Psic. Luis Martínez V. 




Los «componentes» del duelo

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